EVO MORALES Y EL MOVIMIENTO INDÍGENA MEXICANO
Publicado por MISIÓN Y VISIÓN | | Posted On jueves, 25 de febrero de 2010 at 13:06
La Jornada Jalisco
jueves 25 de febrero de 2010
CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA
Evo Morales y el movimiento indígena mexicano
En su reciente visita por nuestro país el presidente boliviano Evo Morales rememoró, en un animado discurso ante miles de hombres y mujeres congregados en el centro de Coyoacán, el camino de lucha seguido en las dos últimas décadas por una parte sustantiva de los movimientos indígena y social bolivianos; camino que resumió en el paso de la resistencia a la toma del poder por la vía electoral como una estrategia para la liberación de los pueblos originarios.
Siendo históricos los avances del movimiento indígena boliviano, al interior del cual ciertamente existen diversas posturas, algunas de ellas diferenciadas del proyecto de Evo y del Movimiento al Socialismo (MAS), como la del Movimiento Indígena Pachakuti, es importante observar que la fórmula boliviana –transitar de la resistencia a la toma del poder por la vía electoral- difícilmente resulta aplicable a la circunstancia específica de México y del movimiento indígena mexicano.
En primer lugar Bolivia tiene una población mayoritariamente indígena, superior al 60% de la población total; cosa que no ocurre en México y que, para efectos de numerología electoral, resulta decisiva. En segundo lugar el MAS representa una alianza exitosa entre la izquierda electoral boliviana, los movimientos sindicales y campesinos y una parte nada despreciable del movimiento indígena forjado en los últimos 20 años. Asimismo Morales y sus seguidores han planteado últimamente un discurso medianamente anticapitalista que se sustenta en la defensa de la madre tierra –la Pachamama- y la construcción de un socialismo comunitario que tiene una de sus bases en la milenaria existencia del ayllu –la comunidad india boliviana.
Para el caso mexicano ocurre que la izquierda electoral y la mayoría de las centrales sindicales y campesinas se han convertido en un soporte irremplazable de las políticas neoliberales. En los hechos ha resultado que tanto la transición democrática a la mexicana como el conjunto de los partidos con registro legal han sido altamente funcionales al capitalismo neoliberal, propiciando la creación de una fachada plural y democrática a las autoritarias y salvajes estrategias de libre mercado que desde hace 25 años son dictadas por el Consenso de Washington y cabalmente cumplidas por nuestros gobernantes. A partir de que la Cámara de Senadores aprobó la pro empresarial contrarreforma constitucional indígena en abril de 2001, el PRD y los restantes partidos “de izquierda” han votado una y otra vez las iniciativas legales que en materias forestal, energética, de patentes y conocimiento indígena tradicional, de aguas, de bioseguridad, de minería y de consulta a los pueblos indígenas, entre otras, empujan a la privatización de los bienes nacionales y al despojo de las comunidades indias y campesinas.
Para los pueblos indígenas mexicanos, sobre todo los que confluyen en torno al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Congreso Nacional Indígena, se torna imposible una alianza “exitosa” para la toma del poder con una izquierda electoral como la descrita, gatopardista y corrompida, que no resulta ni tibiamente anticapitalista y que, antes que retomar o reconocer la comunalidad india y sus valores, los desconoce y los desprecia amparada en un pensamiento arcaico que no termina de romper con sus raíces euro-céntricas, situación esta última que vale para la mayoría de las izquierdas parlamentarias y extraparlamentarias.
La aplicación a la mexicana de la fórmula boliviana que invita a los pueblos originarios a pasar de la resistencia a la toma del poder ha derivado casi invariablemente en la asimilación de uno que otro dirigente indígena a los aparatos gubernamentales de control indigenista y en su enriquecimiento personal. En todo caso están los que han transitado de la resistencia indígena al obregonista lema de que no hay quien se resista a un cañonazo de mil pesos.
En el México de hoy la destrucción neoliberal provocada desde arriba, presupone el desmantelamiento, no la toma, del poder colonialista, como condición indispensable para la liberación indígena. En dicho sentido el zapatismo, las aspiraciones autonómicas de los pueblos indígenas, la Otra Campaña y la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, más allá de los referentes cuantitativos tan pródigos en la estadística electoral y de masas, siguen siendo inspiradores de las luchas indígenas y de la consolidación de futuras alianzas unitarias con la izquierda anticapitalista para la construcción, acaso la dispersión, de otro poder, otros poderes.
La fuerza del movimiento indígena boliviano y sus estratégicas alianzas con importantes sectores organizados del pueblo pobre y explotado, junto con los históricos logros de Evo Morales, un presidente de extracción aymara con una fuerte base social indígena, en la edificación de un nuevo Estado boliviano descolonizado y multinacional, imprimen, sin dudarlo, nuevos bríos a nuestras luchas de liberación, mismas que habrán de caminar y crecer de acuerdo al contexto propio.